Otro parto complicado, otra vez un latido que se debilita y sondas y cables entrando y saliendo. Otra vez el miedo desesperado,los equipos de ginecología y las promesas importantes si todo acaba saliendo bien. El mismo camino al quirófano, otra cesarea y el pánico a que la anestesia haya fallado como la primera vez.
Esta vez la anestesia sí funcionó y esta vez mi bebe sí que estaba esperándome en la habitación. mi hermoso bebe. Esta vez no tuve que conocerle por foto, le pude oler y besar.
Durante 24 horas fui un ejemplo de recuperación de una cesárea y aprendí que la felicidad cura mejor que la pena. Pero algo iba mal y tras un día viéndolo venir, mi leoncito ingresó en neonatos. Otra vez.
Y ahí me rompí. Me rompí de pena, de rabia, incredulidad. Otra vez en neonatos, marcando la clave de entrada, escuchando el sonido de los aparatos, oliendo el jabón desinfectante y viviendo a expensas de las visitas de los pediatras.
Le recuperé sin embargo dos días después y esta vez sí pude volver a casa con mi bebe, dispuesta a reconciliarme con el cosmos y olvidar el parto que no tuve.
Pero volvimos con un bebe que iba empeorando y entonces empezó el resto de mi vida. Tres semanas de viajes a urgencias, de no saber. Respirando por mi bebe, saliendo los cuatro, la nueva familia, en pijama a urgencias. Sin poder cuidar a mi princesa destronada y mucho más sola de lo que jamás hubiera podido imaginar. Sola con mis cachorros, mi pena y mis grapas.
Y el día después del primer cumplemes ingresamos. Y esta vez conocí la planta de pediatría, los niños enfermos, las visitas de los payasos y los turnos interminables. En aquellas cuatro paredes azul pitufo entré en otra dimensión, otra manera de percibir el tiempo, la vida, los problemas. Aprendí que entre las tres y las cinco de la madrugada, hay mucho más que dos horas; hay tantas complicaciones, tantos pensamientos terribles, tanta fe perdida. A esas horas las lágrimas dejan cercos en el alma.
Y conoces la fortaleza de la vida, a madres con las que conectas de una manera increible, a enfermeras que traen vasos de leche para afrontar las tremendas tres de la mañana. Seres humanos en un escenario que no debería existir. Y también risas terapéuticas, abrazos, cólicos compartidos y formas de hablar que no siempre necesitan palabras.
Y lo superamos. Un posparto de locura.De locura de verdad. Lo hemos superado. Mi bebe está bien hoy y el futuro es el futuro. Yo no soy la misma. Hay días que creo que he ganado una versión mejorada con todo esto pero luego llegan los momentos negros en los que se me descontrola hasta el último poro y me doy miedo.
Esto también lo superaré y ahora ya me conozco un poco más y tengo una forma nueva de ver la vida, unos hijos prodigiosos y la certeza de que soy capaz de cualquier cosa por ellos.
3 comentarios:
felicidades por tu pequenyo leoncito. cuànta pena leer cômo lo habeis vivido en el primer mes, cuando todo deberîan ser alegrîas. espero que en adelante todo progrese genial, muchos besos
Muchísima suerte, espero que todo se vaya recolocando poco a poco, sobre todo tú, madre ya de dos y como bien dices 'capaz de cualquier cosa por ellos'... no me cabe duda.
Un abrazo
Muchísimas gracias. Claro que sí: confiamos en que todo va a ir bien y sabiendo además de lo que somos capaces por ellos. Un beso enorme
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